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Un poco de Historia 2/3

Estreno de gigantes

Entonces nacieron, en aquel día famoso, tres personajes que concurrierondespués a multitud de proclamaciones y sirvieron para celebrar victorias y toda clase de regocijos. Saludaron a los concejales y alegraron al público cuando subieron al trono Fernando VII, Isabel II, Amancio de Saboya y Alfonso XII, y cuando nacieron y se casaron algunos de estos monarcas, cuando se proclamaron las constituciones de 1812, el Estatuto Real, la de 1837, la del 45, la del 69, pero también cuando se inauguró el ferrocarril de Alar a Santander, y desde 1833 todos los 3 de noviembre, así como cuando se celebraron las paces de las Guerras Carlistas, la de Africa y algunas de América.

Estos personajes que cual el Fénix mitológico renacían y se transformaban en cuerpo y alma sin cesar, eran dinásticos de todas las dinastías, constitucionales de todas las constituciones, y ministeriales de todos los ministerios. Sus nombres de nacimiento no los consignan las historias, pero después se llamaron D. Pantaleón, Doña Tomasa y la Repipiada, distinguida familia de gigantones que aumentaron con dos enanos cabezudos.

Aún se conserva en el Archivo Histórico Municipal un apunte contable, firmado por el administrador de la ciudad D. Manuel Senties y fechado el 21 de agosto de 1789. en él se detallan los gastos de construcción de nuestros tres primeros gigantes documentados. Su encabezamiento dice: “Cuenta y razón de los gastos ocasionados en los tres Gigantes que se hicieron para las fiestas de la proclamación del nuebo (sic) rey Don Carlos 4”.


Tras su lectura podemos determinar que fue D. Salvador Seco el constructor de las figuras por una cuenta de 130 reales y que D. Javier de Peroni fue el encargado de confeccionar los vestidos y trajes con la ayuda de tres costureras, por los que cobró 118 reales. Por el hilo, desperdicio de Indiano, cintas, galones y puntillas de plata se pagaron 704 reales y por llevar a los gigantes varias veces por las calles durante los cuatro días se gastaron 208 reales. El total de la factura ascendió a 1160 reales. Para dar mayor realce a los espectáculos y a los bailes de los gigantes vinieron de Bilbao cuatro afamados tamborileros

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