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Un poco de Historia 1/3

Antecedentes

Corría el año 1789, más concretamente el 18 de febrero y en Santander todo estaba preparado para que se “las que más alegraron y divirtieron al vecindario"

Dos meses antes, el 14 de diciembre de 1788, había fallecido Carlos III, un monarca reflexivo y metódico. Su educación le llevó a la profunda creencia de que el más alto sentido del deber de un rey era engrandecer la Monarquía y mejorar la vida de su pueblo, en una época y un mundo cambiante que se debatía entre lo nuevo y lo viejo, entre la fuerza de las innovaciones enciclopedistas y el peso de la tradición. A este mundo convulso se iba a enfrentar su hijo Carlos IV.


Faltaban tan solo cuatro meses para que se iniciara la Revolución francesa, pero por aquel entonces España vivía muy alejada de cualquier movimiento de cambio. De hecho lo que se iba a celebrar en Santander el 18 de febrero de 1789 y que continuó durante los días 19, 20 y 21 era la exaltación al trono y proclamación de un nuevo rey, Carlos IV.

El día 18 madrugó mucho la ciudad, desde que asomó la aurora, multitud de curiosos recorrían la población admirando lo que la víspera se había concluido a toda prisa para las solemnidades que pronto debían comenzar. Gentes de toda la provincia llegaban a Santander abarrotando mesones y posadas ansiosos por ver las grandes funciones que se preparaban. La Plaza Vieja, Mayor entonces, y luego de la Constitución, se encontraba adornada como no lo había estado nunca, ni lo estuvo después. Se entraba a ella por seis puertas de madera estucadas y pintadas imitando mármoles, adornadas con pilastras, basas, capiteles y cornisas, que se habían construido en las bocacalles de Rupalacio, San Francisco, Puente, D. Gutierrez, Compañía y Santa Clara, que constituían, con su centro, el corazón y las arterias de la ciudad.

En el mismo día se estrenó el severo y elegante pendón que llevaba siempre el Procurador Síndico de nuestro Ayuntamiento cuando este iba a saludar a los reyes. Después del solemne desfile de la comitiva y de la proclamación se arrojaron monedas de plata a la población, dando comienzo así a cuatro días de dispendio, fiestas y jolgorio

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